Ilustración: @nina_pudu

Primer Lugar

El mejor trabajo del mundo

Mientras cruzamos lentamente hacia playa Moncul miro al operario de la barcaza encerrado en la cabina. Una sonrisa cruza plácidamente su rostro moreno y curtido, una mano relajada y firme sobre la palanca, la mirada siempre al frente, tranquila y segura hacia un destino mil veces conocido. «Ese es el trabajo que necesito», pienso, mientras vuelvo mi mirada hacia las dunas que se acercan y escucho la proximidad de un mar esquivo por meses de encierro.

Mario Parra Cárdenas, 50 años, Temuco.

Ilustración: @nina_pudu

Premio al Mejor Relato en Mapudungún

Iñirke anta inche / ¿Quién soy?

Ka kiñe pewma, pu püllü tani pin inche tañi kuifi kewun mew. Amulenmu tañi küdaw mew, rüf nari tañi luku, itro nengünwelan, pepi witrawelan. Dew küla küyen amulewyi tañi kontupaetew tüfachi kutran, anküy tañi wün, pünay tani fün, tañi foro mew, welu, pewelan ta lawen. Chipawelan ngütantu mew, ka llikalen tañi layal. kiñe ngellipun, kiñe küimi, kiñe wün ngütrumekenew laf mapu mew mangelatew ñi mongeleal. Welu, ¿iñirke anta inche?...kiñe kultrung ni dungun chi, kam rewe, kam wada, kiñe kuchillo chi, kam tunten kashkawilla chi.

Otro sueño, voces del espíritu en mi lengua ancestral. Camino a la oficina, mis rodillas se doblan, estoy tullido, no me puedo levantar. Ya van tres meses desde que esta enfermedad se alojó en mí. Mi boca está seca, mi carne está pegada a mis huesos y no hay remedio para mí. Ya no salgo de la cama y tengo miedo de morir. Una oración, un trance, una voz que me llama desde la tierra para invitarme a vivir. Pero, ¿quién soy?… Un sonido de cultrún, un rehue, un puñal, una wada y unas cuantas cascahuillas.

Areli Ulloa Huilcaman, 40 años, Temuco.

Ilustración: Deltransitoarostica

Premio al Mejor Relato del Futuro

Paseo diario

La ciclovía de calle Pablo Neruda se convirtió en el lugar más estudiado del país. Debido a una anomalía espacio-temporal sin precedentes, era posible visualizar cualquier día del pasado del sector a través de gafas especialmente desarrolladas para ello. Innumerables científicos de todas las áreas e historiadores acudieron a investigar las etapas del desarrollo geológico, biológico y sociocultural de la región. Aurora vivió y trabajó toda su vida como científica en el lugar, sin embargo los verdaderos motivos de estar ahí solo ella los conocía: rememorar los paseos que dio en su niñez con su amado perrito salchicha.

Ignacio Urrutia Tapia, 33 años, Temuco.

Ilustración: Javier Alejandro Neira

Premio al Talento Infantil

Mari mari peñi

Empecé un viaje muy esperado, alegre voy hacia Victoria. Siento en mi nariz el olor a pasto y tierra mojada; en la cocina, la leche de vaca cocida y tortilla de rescoldo calentita para el desayuno. Voy llegando a Temuco. Mi lamién trajo avellanas tostadas que tanto me gustan. Son dos horas más para llegar, dormiré para tener energía. Pienso en mi caballo Chispita que me espera para salir a ver los vacunos. Cuando despierto estamos en el terminal y mi tío nos espera. Al bajar del bus me dice el saludo que más me gusta: «Mari mari peñi».

Franco Mila Martínez, 9 años, Loncoche.

Ilustración: @nina_pudu

Premio al Talento Joven

Humo

«¿Acaso estuviste fumando?», me pregunta mi mamá justo después de saludarla, con el aroma a las estufas impregnado en mis ropas. Y yo que solo caminé hasta mi casa y me traje el aire conmigo. ¿Acaso Temuco estuvo fumando?

Javiera Iubini Pino, 17 años, Temuco.

Ilustración: @planta_planetas

Premio al Talento Mayor.

Censo

La pregunta fue: «¿Se considera perteneciente a algún pueblo indígena u originario?». Ella, adolescente, respondió sin vacilar: «No». Esa noche tuvo un mal sueño. Desde el país azul, una anciana que dijo ser su bisabuela le reprochó: «No puedes ser quien no eres». Inquieta, en la mañana, por su padre supo que esa bisabuela se llamaba Ailin. Más tarde, por internet supo que, en mapudungún, Ailin significa cristalina, transparente.

José Luis Sáiz Vidallet, 67 años, Temuco.

Ilustración: @chikawale

Mención Honrosa

Juana

Juana me decían y yo Juana me creía. Un día levanté la vista y ya ni las chalas me cabían. Tuve que aprender a cocinar (porque a pura tortilla no me criaría, como ella me decía) cazuela, pantrucas y charquicán. Incluso aprendí a coser, porque con la ropa con hoyos no surgiría. En la escuela me enseñaron a leer y a escribir, a sumar y a restar. Incluso a multiplicar y a dividir, aunque soñar era lo que me hacía sentir. ¡Anita! Así me despertaba la señorita, ese era mi nombre. Juana era mi abuela, pero yo Juana me creía.

Fabiola Rodríguez Niklitschek, 38 años, Temuco.

Ilustración: Javier Alejandro Neira

Mención Honrosa

El camino interior

Suelo tomar el camino interior, ese que no todos conocen y que ya pocos transitan. Allá en la espesura del bosque que se pierde sin dirección o bajo el manto de polvo milenario que nuestros ancestros pisaron me pierdo en aromas a tierra húmeda y araucarias apellinadas, y mis sentidos se embriagan con la dulce melodía de las aves al pasar fugaces sobre las copas de los árboles. Ese camino que ya no conoce sendero y que tampoco podría volverse uno. Ese camino escojo para caminar a tu lado.

Fredd Padilla Antonietti, 33 años, Toltén.

Ilustración: @planta_planetas

Mención Honrosa

Mar, sudor y lágrimas

Con menguante y neopreno de segunda mano se lanzó al mar y temerariamente cortó el kollof. Desde un peñasco, Marcelina observaba a papá con devoción. En venideros tres meses, padre, madre e hija trabajarían armando paquetes con el alga ancestral. «Hasta el codo, y del grueso de mi puño son las medidas», así Celestino enseñaba a su hija la tradición. Cuando Marcelina supo que no vendería cochayuyo en carreta, triste y rabiosamente lloró. Celestino conocía lo arduo del viaje entre Piedra Alta y Temuco. También sabía la distancia entre su mundo tranquilo y esencial y el otro acelerado y consumista.

Sigisfredo Sandoval Sandoval, 41 años, Temuco.